«El fiscal se ha entregado a la innoble tarea de promocionarse saltando al terreno político y hasta el internacional, porque también se supo que fue al Departamento de Justicia de los Estados Unidos a hablar mal del Gobierno».
Por: Ramiro Bejarano Guzmán
El Gobierno es ingenuo, a pesar de que Petro, Prada, Osuna, Verónica, Eva, Xavier y Manuel no lo son. Raro que no se hayan dado cuenta de que con ocasión de la presentación de diferentes proyectos de ley están sacando del desprestigio al desastroso fiscal Barbosa, quien, como buen oportunista, está aprovechando para enlodar a los ministros de estar negociando con el narcotráfico y otras infamias parecidas.
Hace unos días en el Congreso, Barbosa se dio el lujo de faltarle al respeto y enrostrarle al ministro Osuna que estaba proponiendo normas para favorecer a los narcotraficantes. Contó con suerte el fiscal, porque si otro hubiera sido el ministro, le habría respondido como se lo merecía. Pero Osuna es un hombre apacible cuyo torrente sanguíneo le permite no dejarse tentar de un patán.
Entonces pasó lo que nadie esperaba. Ahora Barbosa anda en descarada campaña política, reuniéndose con el expresidente Gaviria y los liberales, con Cambio Radical y seguramente lo hará, si no lo ha hecho todavía, con conservadores, la U, etc. Está haciéndose abrazar de parlamentarios con la excusa de discutir los proyectos de ley que deben ser sometidos a debate en el Congreso. No se había visto nunca a un fiscal reuniéndose en la antesala de elecciones regionales con los partidos políticos y hasta con el presidente Petro, quien es obvio que le teme a Barbosa, vaya uno a saber por qué, pues le ha soportado en silencio varios varillazos.
El fiscal se ha entregado a la innoble tarea de promocionarse saltando al terreno político y hasta el internacional, porque también se supo que fue al Departamento de Justicia de los Estados Unidos a hablar mal del Gobierno, obviamente buscando tapar las imborrables equivocaciones e indelicadezas de su nefasta administración.
Y lo que faltaba. Ahora el Gobierno promueve el proyecto de sometimiento de las bandas criminales y Barbosa se toma la vocería del Congreso amenazando que él no dejará que se apruebe. Qué dirán Roy Barreras, Humberto de la Calle, Iván Cepeda, David Racero, Katherine Miranda, María José y María del Mar Pizarro, mi paisano Víctor Manuel Salcedo y otras voces igualmente respetadas en el Congreso al oír a Barbosa advirtiéndoles que él será el llamado a definir la suerte de ese proyecto y no ellos. Tomen nota, señores congresistas, que se les están encaramando.
De manera tramposa Barbosa sale a criticar el proyecto porque, a su juicio, una norma lo obligaría a entregarle toda la información de la Fiscalía al comisionado de Paz con fines de avanzar en los procesos de sometimiento, por lo cual en tono soberbio regaña al Gobierno dizque por olvidar la separación de los poderes que él ultraja con su actitud grosera. Barbosa cree que la separación de poderes es un principio en virtud del cual, además de fiscal, él puede sustituir al Ejecutivo y al Congreso y hacer lo que le venga en gana, solo porque sabe que con el tintineo de las esposas “convence” a buena parte de un Congreso ignorante y cuestionado.
Por supuesto que el proyecto de sometimiento a la justicia de criminales no es fácil de digerir y hay que prender todas las alarmas para que no se cuele ningún extraditable. No creo que esa sea una buena salida para asegurar la paz total. Pero no hay motivos para suponer que el Gobierno se alió con el narcotráfico o le esté haciendo favores, porque esa sindicación es una canallada. Que se pellizquen Petro y sus aliados, pues no tienen por qué tolerarle al fiscal que inicie su visibilidad política insultando a los ministros y acusando a todos de auxiliadores del narcotráfico, ni tampoco tolerarle a la procuradora que califique como “mico” cualquier propuesta con la que no esté de acuerdo. Que no les guste el proyecto es su derecho, como el de quienes pensamos de manera aproximada, pero que se valgan de esta discrepancia como escudo para ascender y para presentarse como redentores o defensores de la moralidad pública, cuando no lo han sido, es, además de inaceptable éticamente, un desafío al Estado de derecho.
Ya está bien, presidente Petro y señores ministros, sacúdanse al peor fiscal general de la Nación en la historia, no apalanquen por cuenta de sus miedos una impresentable carrera política de un personajillo sin importancia colectiva