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La Guerra Sucia en la Política

Escrito por - 07/11/2023

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Por: Jorge Fernando Perdomo

Pareciera que en la competencia político- electoral todo se vale. Me atrevo a asegurar que cuando se avecinan las elecciones regionales de octubre, son varias las campañas políticas que tienen previsto dentro de sus estrategias de marketing, acciones ilegales o por lo menos inmorales para demeritar o promover el desprestigio de sus competidores ante sus electores.

Las campañas negativas y la guerra sucia se han convertido en estrategias obligadas de la comunicación política y las calumnias inimaginables y sin ninguna prueba, los memes caricaturizando los defectos de los competidores, más que destacando las características del propio candidato, son tarea permanente de los “cuartos de guerra” que serán multiplicados por bodegas con centenares de hackers para lograr el propósito final: Degradar el rival en lugar de destacar sus propuestas o enaltecer los atributos de los propios candidatos, se convierten en herramientas para lograr la victoria codiciada. Ahora, las ofensas y las mentiras a través de las redes sociales viajan más rápido y con un alcance incontrolable.

En algunos casos, la guerra sucia va más allá del sicariato moral que implica un riesgo evidente para la integridad física de los rivales, pues en una sociedad tan polarizada e intolerante quienes difaman están apretando del gatillo.
Un capítulo aparte, con la eliminación física de sus contradictores sucedió con Luis Fernando Almario dirigente político del Caquetá, acusado de participar en el secuestro y asesinato de la familia Turbay Cote a manos de la guerrilla de las Farc en el año 2000, todo con el único propósito de fortalecerse políticamente.

La guerra sucia en la política es tan antigua como la democracia. Cuentan los historiadores que en el año 53 A.C. Marco Tulio Cicerón, cuando aspiraba al senado romano, su hermano le aconsejó: _“procura que tu campaña sea brillante, espléndida, popular, y si te fuere posible, que se levanten contra tus rivales rumores de crímenes, desenfrenos y sobornos”.

En Estados Unidos, Donal Trump centró parte de su estrategia en el ataque a Hillary Clinton, quien era la gran favorita con una narrativa nacionalista, retrograda y violenta de su Twitter replicada y multiplicada por sus bodegas.
Colombia no ha estado ausente de esta práctica malsana que muchas campañas desarrollan aplicando la frase “calumniad, que de la calumnia algo queda”.

En el Huila recuerdo la campaña más reciente a Gobernación, donde Carlos Ramiro Chavarro arrancaba con una ventaja considerable como candidato favorito y fue sometido a una de las campañas negras más sucias y degradantes, con las calumnias más descabelladas sobre su vida personal, ofendiendo su dignidad y exponiéndolo a un escarnio irracional.

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Generalmente los estrategas de las campañas políticas, segmentan su accionar en dos áreas: en una aplican las enseñanzas de Sun Tzu, dirigida a la convicción de los electores en la oferta de la gobernanza y la otra la de Cicerón para denostar a sus rivales y a medida que el día electoral se acerca, el ataque se vuelve feroz y no dejan “títere sin cabeza”.

Qué bueno sería que las campañas políticas sabiendo que la guerra sucia no solamente pone en riesgo sus aspiraciones, sino también sus vidas, suscribieran un pacto de no agresión con un comité de ética, para repudiar esta práctica tan nociva para la democracia

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